Cartel del primer concierto, cuando aún éramos Dirección prohibida |
Pablo Rioja | León
El concierto en Pedrajas a punto estuvo de convertirse en nuestro primer gran fracaso, y todo por un dichoso cable. El dueño de la discoteca que nos contrató, un compañero de clase, había alquilado todo el equipo de sonido a una famosa tienda de música situada en la plaza Circular de Valladolid. Nosotros teníamos que recogerlo y montarlo antes de actuar, pero cuando el Gordo Press fue a encenderlo para la prueba de sonido descubrimos que faltaba el conector que daba vida a todo el sistema.
Al final salvamos la noche, pero fue la primera vez que sentí desconfianza hacia el cazatalentos, que ahora nos seguía por todos los escenarios. Su séquito, un par de cincuentones amantes del alcohol, las lolitas y otras drogas, no prometían glamour, más bien un submundo peligroso al cual no estaba dispuesto a descender. Ni yo, ni mucho menos Juan, al que nunca le agradó tanta promesa.
La última conversación telefónica con nuestro particular mecenas, al que apodamos como 'cazafantasmas', nos citaba en el Café Teatro para concretar el viaje a Madrid en apenas unas semanas. Allí lo prometido sería deuda, Código 84 grabaría su primer disco como Dios manda en un estudio de los de verdad, con cabina insonorizada incluida. Sí, quizá pecábamos de ilusos, pero el tío en cuestión no era un don nadie en este mundillo. Ya en los años 80 fue representante de varios grupos de rock, entre ellos el de nuestro colega Juanqui, así que, ¿por qué dudar?
Sí, éramos unos pardillos. La mañana antes de quedar con el 'cazafantasmas' nos juntamos los tres al salir de clase, bueno en el caso del Gabriel y el mío al salir del mus. Había que dejar claros nuestros propósitos antes de aventurarnos definitivamente. Como siempre, llamamos al tipo desde el móvil de Juan, pero al contrario que en otras ocasiones, esta vez daba apagado. Así hasta unas quince veces sin éxito.
Enseguida entendimos que no habría cita en el Café Teatro, ni conciertos por Valladolid cobrando dinerito fresco, ni mucho menos viaje a Madrid. Todo el castillo de naipes se desmoronaba entre la decepción por tanta promesa incumplida y un cierto respiro por librarnos del susodicho. Recuerdo que sin más, aceptamos que nos había tomado el pelo y pasamos página.
Sólo unos días después, Juan me telefoneó a media mañana, al fin teníamos noticias del 'cazatalentos', aunque no las que imaginábamos. Hacía sólo unas horas que acababan de asesinarle a puñaladas en el cuello. Un 'ajuste de cuentas' aclararían más tarde los medios de comunicación. Al parecer le habían encontrado muerto en una cuneta. Salieron a la luz temas de drogas, deudas en sus locales de restauración y un sinfín de delitos que guardaba en la guantera.
Nos costó asimilar la noticia, estuvimos a unas horas de comprometernos con él, pero aunque intuíamos cosas raras, jamás se nos ocurrió indagar en su pasado. Alguien o algo, llámalo destino, ser superior o simple fortuna, no quiso que nuestra historia siguiese ligada a él.
A Juan le marcó especialmente este hecho, y más aún cuando la policía se puso en contacto con él para llamarle a declarar. ¿Que por qué a él? Bueno, digamos que encontraron unas cuantas llamadas con su número en el móvil del 'cazafantasmas'.
19 primaveras, recién aterrizado en España después de 11 años en Japón, con una fama que no se esperaba y atropellado sin previo aviso por la música. Creo sinceramente que todo aquello, en especial mi insistencia por dar un salto al vacío sin red, superó por completo a Juan, que amaba el grupo, tocar con nosotros, pero cuyo sueño no era el mío por más que yo tratase de disimularlo.
Aunque la policía sólo le citó a él, tanto el Gordo Press como yo le acompañamos sin dudar e insistimos en entrar también a declarar. Primero hablaron a solas con Juan y más tarde entramos todos, incluido José Carlos, su padre. Tras relatar nuestra efímera relación con el fallecido, nos fuimos sin más. No volvieron a llamarnos.
Antes de terminar el curso, a mediados del mes de junio, Juan vino a verme a casa. No quería seguir, dejaba el grupo. Echando la vista atrás, recuerdo perfectamente la sensación de tristeza que experimenté, apenas comenzaba a tocar con los dedos mi sueño y en un abrir y cerrar de ojos se iba a la mierda. Me enfadé mucho, seguramente fui injusto con Juan, no soportaba escuchar aquello, sobre todo porque hacía semanas que lo intuía. Era mi socio, nos entendíamos con un simple gesto, nuestras voces casaban, la sociedad entre los tres era perfecta, pero si una de las patas se caía, nada tenía sentido.
No miento si digo que todavía hoy me cuesta recordar aquel episodio. Código 84 estaba en su mejor momento, menos dinero, lo teníamos todo. Canciones listas para grabar una segunda maqueta tras el verano, fans, fama y una historia por delante.
Pero la realidad era que Código 84 echaba el cierre.
(Continuará...)
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pABLO rIOJA (5/2/2014)
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