lunes, 25 de enero de 2016

Yo también tuve un grupo de rock (V)

DESCUBRIENDO A CÓDIGO 84 | Una decisión definitiva

Antes de comenzar el primer concierto en León. Un servidor, Gabriel y Juan
Pablo Rioja | León

Aquel verano fue amargo. Octubre me atropelló pronto y de nuevo un curso más en Valladolid. Mi tercer año de periodismo. Volver al piso de estudiante me costó y mucho, sobre todo al encerrarme en mi habitación, donde tantas veces habíamos jugado a ser un grupo de rock. Ya no habría más canciones, ni ensayos, ni música hasta altas horas de la madrugada. Ni siquiera me atrevía a pegarle un toque al Gordo Press. Tarde o temprano nos tendríamos que ver sí, pero yo sólo quería poner tierra de por medio.

Una tarde, cuando ya había asimilado que Código 84 era historia, Juan me telefoneó. Quería pasarse por mi casa y charlar. Increíblemente vino para decirme que se había pensado mejor las cosas tras el verano y, aunque de una manera más tranquila, quería retomar el grupo. Lo tomaríamos con más calma, sin el ansia de grabar nuevo cedé, ni de conciertos, simplemente que fuese fluyendo. He de reconocer que las cosas habían ido demasiado deprisa, sin tiempo para casi nada. Aquello me devolvió la vida.

Vida que por cierto se fue a la mierda sólo unas semanas después. Me cuesta recordar este pasaje de la historia porque abre alguna herida, pero si no lo hiciera estaría mintiéndome. Juan vino a verme una mañana, estaba raro. Sin dar ninguna explicación me soltó que ya no quería seguir. ¿En menos de un mes y sin pasar nada extraño? No entendía nada. Discutí con él, nuestra relación de casi hermanos se iba por el retrete en apenas segundos. ¿A qué coño respondía aquella traición?

Está claro que su razón debía ser de peso, pero no supe verla. Sólo los años y mi mujer me abrieron los ojos. Hoy sé por qué Juan se marchó aquella mañana de mi casa perdiendo una amistad y traicionando su palabra. Supongo que yo hubiera hecho lo mismo.

Dejé pasar las semanas, el invierno era mucho más frío sin mis amigos. Jamás hablé esto con Gabriel, él no tenía culpa de nada, pero si lo hablaba volverían los viejos fantasmas. De hecho fue él quien cogió el toro por los cuernos. Una tarde se plantó en casa y me soltó lo que pensaba. Tenía razón en absolutamente todo. Le había dejado al margen de mis decisiones y él también era Código 84. Después de aquella reparadora charla decidimos que el grupo aún tenía vida. No sabíamos cómo, pero seguiríamos adelante con nuestro pequeño sueño.

Continuará...

pABLO rIOJA 30/11/2015

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lunes, 18 de enero de 2016

Yo también tuve un grupo de rock (IV)

DESCUBRIENDO A CÓDIGO 84 | Asesinan a nuestro 'representante'

Cartel del primer concierto, cuando aún éramos Dirección prohibida

Pablo Rioja | León

El concierto en Pedrajas a punto estuvo de convertirse en nuestro primer gran fracaso, y todo por un dichoso cable. El dueño de la discoteca que nos contrató, un compañero de clase, había alquilado todo el equipo de sonido a una famosa tienda de música situada en la plaza Circular de Valladolid. Nosotros teníamos que recogerlo y montarlo antes de actuar, pero cuando el Gordo Press fue a encenderlo para la prueba de sonido descubrimos que faltaba el conector que daba vida a todo el sistema. 

Al final salvamos la noche, pero fue la primera vez que sentí desconfianza hacia el cazatalentos, que ahora nos seguía por todos los escenarios. Su séquito, un par de cincuentones amantes del alcohol, las lolitas y otras drogas, no prometían glamour, más bien un submundo peligroso al cual no estaba dispuesto a descender. Ni yo, ni mucho menos Juan, al que nunca le agradó tanta promesa.
La última conversación telefónica con nuestro particular mecenas, al que apodamos como 'cazafantasmas', nos citaba en el Café Teatro para concretar el viaje a Madrid en apenas unas semanas. Allí lo prometido sería deuda, Código 84 grabaría su primer disco como Dios manda en un estudio de los de verdad, con cabina insonorizada incluida. Sí, quizá pecábamos de ilusos, pero el tío en cuestión no era un don nadie en este mundillo. Ya en los años 80  fue representante de varios grupos de rock, entre ellos el de nuestro colega Juanqui, así que, ¿por qué dudar?
Sí, éramos unos pardillos. La mañana antes de quedar con el 'cazafantasmas' nos juntamos los tres al salir de clase, bueno en el caso del Gabriel y el mío al salir del mus. Había que dejar claros nuestros propósitos antes de aventurarnos definitivamente. Como siempre, llamamos al tipo desde el móvil de Juan, pero al contrario que en otras ocasiones, esta vez daba apagado. Así hasta unas quince veces sin éxito.
Enseguida entendimos que no habría cita en el Café Teatro, ni conciertos por Valladolid cobrando dinerito fresco, ni mucho menos viaje a Madrid. Todo el castillo de naipes se desmoronaba entre la decepción por tanta promesa incumplida y un cierto respiro por librarnos del susodicho. Recuerdo que sin más, aceptamos que nos había tomado el pelo y pasamos página. 
Sólo unos días después, Juan me telefoneó a media mañana, al fin teníamos noticias del 'cazatalentos', aunque no las que imaginábamos. Hacía sólo unas horas que acababan de asesinarle a puñaladas en el cuello. Un 'ajuste de cuentas' aclararían más tarde los medios de comunicación. Al parecer le habían encontrado muerto en una cuneta. Salieron a la luz temas de drogas, deudas en sus locales de restauración y un sinfín de delitos que guardaba en la guantera.

Nos costó asimilar la noticia, estuvimos a unas horas de comprometernos con él, pero aunque intuíamos cosas raras, jamás se nos ocurrió indagar en su pasado. Alguien o algo, llámalo destino, ser superior o simple fortuna, no quiso que nuestra historia siguiese ligada a él.

A Juan le marcó especialmente este hecho, y más aún cuando la policía se puso en contacto con él para llamarle a declarar. ¿Que por qué a él? Bueno, digamos que encontraron unas cuantas llamadas con su número en el móvil del 'cazafantasmas'.

19 primaveras, recién aterrizado en España después de 11 años en Japón, con una fama que no se esperaba y atropellado sin previo aviso por la música. Creo sinceramente que todo aquello, en especial mi insistencia por dar un salto al vacío sin red, superó por completo a Juan, que amaba el grupo, tocar con nosotros, pero cuyo sueño no era el mío por más que yo tratase de disimularlo.

Aunque la policía sólo le citó a él, tanto el Gordo Press como yo le acompañamos sin dudar e insistimos en entrar también a declarar. Primero hablaron a solas con Juan y más tarde entramos todos, incluido José Carlos, su padre. Tras relatar nuestra efímera relación con el fallecido, nos fuimos sin más. No volvieron a llamarnos.

Antes de terminar el curso, a mediados del mes de junio, Juan vino a verme a casa. No quería seguir, dejaba el grupo. Echando la vista atrás, recuerdo perfectamente la sensación de tristeza que experimenté, apenas comenzaba a tocar con los dedos mi sueño y en un abrir y cerrar de ojos se iba a la mierda. Me enfadé mucho, seguramente fui injusto con Juan, no soportaba escuchar aquello, sobre todo porque hacía semanas que lo intuía. Era mi socio, nos entendíamos con un simple gesto, nuestras voces casaban, la sociedad entre los tres era perfecta, pero si una de las patas se caía, nada tenía sentido.

No miento si digo que todavía hoy me cuesta recordar aquel episodio. Código 84 estaba en su mejor momento, menos dinero, lo teníamos todo. Canciones listas para grabar una segunda maqueta tras el verano, fans, fama y una historia por delante.

Pero la realidad era que Código 84 echaba el cierre.


pABLO rIOJA (5/2/2014)

jueves, 14 de enero de 2016

Creíble pero incierto

Imagen de www.emiliosilveravazquez.com
Pablo Rioja | León

Parece creíble pero incierto
que mis pecados veniales
sean hoy pequeños gigantes
prestos a descoser un alma
harta de tanta espera,
loca por convicción.

No probé cuanto ansiaba,
ni crucé la frontera
de aquellos frutos maduros
que se desvanecían antes de la siega.

Desentoné el mea culpa
para afinar la cuerda floja
y caí lastimado en la cuenta,
nadie es lo que aparenta,
todos mienten hacia el otoño
y se redimen en primavera.

pABLO rIOJA (4-1-2016)

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lunes, 11 de enero de 2016

Zinedine Zidane, una nueva esperanza


Zinedine Zidane, nuevo entrenador del Real Madrid. 

Pablo Rioja | León

Recuerdo como si fuese ayer el gol de Zinedine Zidane en la novena copa de Europa, esos segundos de silencio de un enfervorecido bar acompañados después de un ¡ohhh! coral que ahogó cualquier sonido, cualquier orgasmo onomatopéyico. Gritar un simple ¡goool! después de aquella 'novena' maravilla hubiera resultado tan banal como visitar la Capilla Sixtina y exclamar un ¡qué bonito! En ambos casos, por cierto, el protagonista era Dios.

El sábado, cuando vi por vez primera ocupando el banquillo del Real Madrid al único francés incapaz de irritarme, sentí alivio y esa extraña sensación de que con él todo es aún posible, como cuando empaló aquel 'melón' de Roberto Carlos para regalar el mayor momento de gloria posible al madridismo.

Cinco goles en su debut para aquel mágico '5' que solía jugar de '10'. Un buen presagio. Pero de momento sólo eso. Queda lo más difícil, levantar la moral de una tropa asqueada de asquear con tanta táctica y tanto ataque de entrenador. Rafa, en agosto escribí que no creía que te comieses el turrón. Me equivoqué por una semana. No es personal, pero cualquiera que haya seguido un poco tu trayectoria futbolística habría llegado a la misma conclusión. Tu fútbol aburre, no sirve para el mejor club del siglo XX, no cuela eso de salir a no perder en vez de a ganar.

Zidane aún no es nadie en el mundillo de los entrenadores lo sé, pero igual no hace falta. Vicente del Bosque logró dos copas de Europa y dos Ligas limitándose a mantener la armonía y dejando hacer a sus estrellas, poco más. Y en este Madrid, como en aquel, las estrellas brillan por su presencia.

De todos modos, si la cosa sale mal habrá valido la pena. También te pitaba el Bernabéu los primeros meses, preguntándose eso de qué hace un chico como tú en un sitio como este. Y resulta que acabamos bailando salsa al anochecer creyendo así que el sueño de verte jugar no acabaría nunca. Pero acabó y los días de gloria fueron a menos.

Creo en ti Zinedine, llámame romántico si quieres, pero a mí imaginarme a Isco haciendo una de tus ruletas me pone más que contemplar cómo Modric tiene casi prohibido atravesar la línea de medio campo, no vaya a ser que pise una mina antipersona.

La única pena que tengo es que si te da por conquistar algún título este año le habrás salvado la cabeza al verdadero culpable de este desvarío, de esta continua falta de respeto al respetable. Él y sólo él debe dimitir. Le daremos las gracias por sus servicios y ya está.

Ahora que El Despertar de la fuerza está de moda, deseo que tu episodio en esta galaxia muy muy cercana sea como el IV y original de la saga; Una nueva esperanza.

pABLO rIOJA (11-1-2016) 

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viernes, 1 de enero de 2016

Que el Despertar de la fuerza te acompañe Star Wars

Crítica de 'El Despertar de la fuerza' sin spoilers
Imagen promocional de 'El Despertar de la fuerza'
Pablo Rioja | León

Mi cuñada tiene razón. Fui el instigador de uno de los tres aplausos 'espontáneos' que se llevó el Despertar de la fuerza el pasado 25 de diciembre. En concreto del primero, justo cuando la melodía de John Williams irrumpe en la sala dispuesta a trasladarte a esa niñez que nunca terminó de marcharse pero que todos guardamos en un rincón por aquello del qué dirán.

Ya está, por fin vi el episodio VII de la saga galáctica más espectacular de la historia del cine. Me ha gustado sí, pero tengo la sensación de que según pasan los días más se va diluyendo ese conglomerado de nostalgia y recuerdos que el cerebro se encarga de hacer aún mejores, para dar paso a cierta decepción por un argumento que me suena a repetido.

Pero lejos de mí la intención de quitarle mérito a J.J. Abrams. Lo nuevo de Star Wars es vibrante desde que el sello de Lucasfilm aparece en la pantalla. Ni un segundo de metraje destinado al aburrimiento y una estética retro que te ayuda a amar aún con más fuerza la trilogía original de George Lucas.

Pese a algunas críticas que he leído, me convencen los nuevos protagonistas. No así los viejos, que sencillamente se han quedado viejos para tanta aventura por el espacio. Y el villano, a miles de kilómetros del irremplazable Darth Vader, tiene mimbres para quedar en un segundo puesto muy digno.

Lo grande de este nuevo comienzo es que ahora sí existe la tecnología necesaria para que las imágenes generadas por ordenador no conviertan el filme en un videojuego barato como ocurría en los episodios I, II y III. Y al mismo tiempo son capaces de hacer volar como Dios manda al Halcón Milenario y compañía. Es lo que tiene llegar 40 años después.

El guión vuelve a ser flojo, con diálogos demasiado infantiles fruto de una saga gestada para captar a toda una nueva generación de jóvenes ávidos de aventuras de esas que sus padres aseguran haber vivido hace mucho mucho tiempo. Pero quien va a ver La Guerra de las Galaxias tampoco espera grandes discursos como aquellos del Senado que aburrían a las moscas en las precuelas.

Abrams ha sabido regalar una buena dosis de 'remembers' a los niños de 30, 40, 50... y atraer al mismo tiempo al lado oscuro a millones de nuevos fans. Lejos de aquella infantil Amenaza Fantasma, el episodio VII deja un gran sabor de boca y consigue dos cosas importantes; que las aventuras ochenteras regresen de su letargo con una nueva dimensión y que los futuros episodios VIII y IX puedan culminar una saga épica -con sus luces y sombras- a lo grande.

pABLO rIOJA (1-1-2016)

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