Me estomaga cómo están las ciudades.
Ya hace algún tiempo leí un estudio en el que se hablaba en cifras del número de imágenes que un individuo urbano procesaba, interpretaba y analizaba por minuto en su cerebro cuando caminaba por la ciudad. La cifra era escandalosa. Y ésta variaba, lógicamente, en función de la ciudad donde vives.
No es lo mismo vivir en Soria con su río Duero, su Machado y su mantequilla que vivir en Manhattan con sus espectáculos, sus rótulos luminosos, su tráfico y sus neones. Bueno, pues todavía se empeñan en que nuestros cerebros trabajen más. Ahora las ciudades son un calco unas de otras en cuanto a mobiliario urbano.
¿Alguien se ha fijado en la falta de uniformidad? ¿Qué criterio siguen para su adquisición?
Nos encontramos papeleras de forja, de madera, cilíndricas, rectangulares, basculantes, lisas, con un escudo. Farolas altas, bajas, de dos brazos, de tres, de uno, antiguas, de diseño, espaciales, de diferentes colores, estilizadas como cigarrillos, de pie, de fachada, de luz blanca, de luz amarilla, de luz tenue. Jardineras de forja, de metal, de piedra, de hormigón, de forma cóncava, rectangular. Bancos de piedra, metálicos, de acero inoxidable, combinados de madera y forja.
Si alguien necesita una jardinera, una farola o una papelera para su casa o jardín no hace falta que vaya a la tienda, la ciudad es el mejor escaparate.
Todo ello se pone y se abandona. Papeleras sucias e inservibles, jardineras que sirven de papeleras y bancos destrozados. Plantas secas, árboles que creen vivir en una sabana y césped que mira al cielo suplicando lluvia.
Y si todo esto ya es poco deterioro basta el poste de una farola, una papelera, una pared o el escaparate de un negocio que ha echado la trapa hace una hora para que lo utilicemos como soporte publicitario.
Nos podemos encontrar en una misma superficie con un cartel gigante en color anunciando día, hora y lugar donde representan Madame Butterfly, al lado otro con la cara del cómico que actúa en el pub de turno y otros dos más discretos. Uno de la licenciada que da clases de matemáticas y otro del particular que hace portes económicos.
De todo el mobiliario, el que más pena me da por el romanticismo que entraña son los bancos. Han dejado de ejercer el cometido para el que fueron diseñados que no fue otro que ser testigos mudos de besos robados de novios y donar su estructura para tallar corazones jurando amor eterno a Yoli o a Eva.
¿Todo esto es gratis para que se trate así? ¿Cuánto dinero se ha comido de los presupuestos municipales para tal abandono? Los medios de comunicación ya sólo quedan para anunciar las cosas interesantes, las cosas que realmente importan.
La televisión para anunciar una crema antihemorroidal y un pegamento para que no se caiga la dentadura al comer. La radio para dar a conocer un producto hecho a base de guaraná y ginseng con propiedades energizantes y vigorizantes que hace efecto a los 45 minutos y que te garantiza poner a tu pareja mirando a Santander cuatro veces en una tarde. Y el periódico para que se ofrezca mulata caribeña, cariñosa y besucona de 110 de pecho practicando griego y francés sin y sin prisas por treinta euros.
Si ya lo dijo en su día uno de los componentes del grupo Les Luthiers: La inteligencia me persigue pero yo soy más rápido.
Me estomaga.
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