jueves, 11 de octubre de 2012

Más allá de la magia

ENTREVISTA A RENÉ LAVAND | ILUSIONISTA 

Lavand en su última visita a León el año pasado
 

"No hay cosa más aburrida que la verdad"

Pablo Rioja | León

Algunos lo consideran un poeta de las cartas que trata de añadirle belleza al asombro con poesía, ritmo, pausas. Asegura que lo aprendió todo de Beethoven, Bach o Mozart, «porque si la música es el resultado del equilibrio armónico de los sonidos y los silencios, siempre pretendí que lo mío fuera el equilibrio de lo que se dice y se hace».

—Se define como un artesano de ilusiones...
—Más bien como un artista del ilusionismo, un creador a la fuerza porque tuve que hacerme autodidacta a los nueve años a causa de un accidente en el que perdí la mano derecha.

—¿Por qué no le gustan las palabras ‘magia’ y ‘truco’?
—Me encanta la palabra magia empleada en la amistad, el amor, la naturaleza, en la catedral de León, a la técnica moderna que me permite comunicarme con miles de personas. Pero prefiero utilizar el término de ilusionista porque me gustó más, eso es lo que soy, creo ilusiones en la gente. La palabra truco me parece bastarda, truco lo hacen los malvivientes, los trileros...

—La rapidez es una cualidad de los ilusionistas, pero usted sin embargo puso de moda el término ‘lentidigitación’.
—Una vez, discutiendo sobre esto con mi gran amigo Fú Manchú le dije: ‘la mano es más rápida que la vista’, a lo que él contestó; ‘el cerebro es más rápido que la vista’. Pero ocurrió que a los dos días fui al banco a cobrar un cheque y la cajera sacó un fajo de billetes que contó a toda velocidad. Yo puse toda mi atención en contar a la vez, pero al quinto billete me había perdido. Regresé a casa convencido de que esa chica había sido prestidigitadora pues engañó a mi cerebro y a mi vista, por lo que llegué a la conclusión de que la mano era más rápida aún, al menos la de aquella cajera. Al final descubrí que en psicología no hay ley matemática. Me tildan de lentidigitador y yo pícaramente me aprovecho. Las técnicas para el sutil engaño del arte son otras; los ángulos, la diversión psicológica, la personalidad, el estilo.

—Con siete años se dio cuenta de que quería hacer de la magia su vida pero, ¿cuál fue su primer truco? ¿Cómo descubre su vocación?
—Luis Guzmán, un amigo de mi padre, me enseñó el principio de un juego que me cautivó. Ese juego fue creciendo conmigo a lo largo de los años en la medida que crecí yo.

—¿Alguna vez se ha equivocado en plena actuación?
 —Sí.

—¿Y cómo sale adelante?
—Con mucho oficio. Que un gran músico desafine una nota no tiene importancia, y quien vaya a buscar ese error es un mediocre a quien le cabe aquella reflexión de que no hay síntoma más cabal de la mediocridad que buscarle los hilos a las marionetas.

—¿Qué quiere ser cuando sea mayor?
—Espero seguir siendo un creativo como soy ahora de joven, que acabo de cumplir ‘setenta y trece’ años.

—Comenzó su carrera en Argentina, luego dio el salto a Estados Unidos, México y finalmente a Europa. ¿Qué público ha sido capaz de ilusionarle?
—Prefiero no ilusionarme con los públicos sino ilusionarles yo a ellos y creo que lo he logrado en los cinco continentes. Como me dijo un amigo que ya se fue, yo ya lo hice todo en la vida.

—¿Se ha planteado dejarlo alguna vez?
—Constantemente, sobre todo desde hace diez años, y los deterioros que se suman a mi salud me van a hacer tomar pronto la decisión. Por ahora ya he elegido dosificarme.

—Usted se confiesa admirador de Picasso y hace suya la célebre frase de que prefiere que la inspiración le pille trabajando...
—Es una de las tantas sabidurías de este genio del siglo pasado y como yo soy un contrabandistas de frases, la suelo decir.

—¿Todavía le quedan ilusiones por crear?
—Jamás estará todo inventado en este mundo, de manera que nunca dejaré de tener una ilusión salvo que el cerebro se achique y no lo pueda exprimir.

—¿Cómo es su relación con las cartas?
—Es muy buena, las quiero, las debo mucho, por ejemplo haber caminado con mi mujer por todo el planeta o traído a mis dos hijos un par de veces a Europa. Y sobre todo a estar en condiciones de poder vivir sin trabajar hasta el último día.

—¿A quién admira René Lavand?
—Conozco magos —así se hacen llamar ellos— que vale la pena verlos trabajar por su habilidad. Ahora bien, artistas de la escena hay pocos, pero no puedo dejar de nombrar a mi gran amigo Juan Tamariz.

—¿Quién es más difícil de engañar, un niño o un adulto?
Es el mejor prestidigitador del mundo
—Prefiero a los adultos que sienten como niños. No quiero a personas que se sientan engañadas, sino a las que buscan el engaño para comprar una ilusión.

—Dice que le debe todo a su accidente.
—Aquello que tanto dolor le causó a mis padres y a mí mismo, se tornó en mi salvación.

—Usted es un artista de la mentira, ¿qué pasa, que la verdad es aburrida?
—No hay cosa más aburrida que la verdad. Además todas las artes mienten. La única misión del artista es convencer al mundo de la verdad de su mentira.

—¿Es cierto que trabajó para un Cártel colombiano?

—Así es, sin saber dónde iba, un representante me logró un excelente negocio. Hice cuatro actuaciones, vine fortalecido porque me di cuenta de que podía trabajar para la escala real y para el Cártel de Cali.

pABLO rIOJA (24-12-2011) Publicado en el Diario de León.

3 comentarios:

  1. Joé, no le conocía... Parece un tipo sabio y humilde...

    Me alegro de haber leído esta post!


    Malver

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  2. No se puede hacer mas lento..o quizas si se pueda hacer mas lento...este tio es un crack!!

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    Respuestas
    1. Ha sido una de las entrevistas más gratificantes que he hecho. Es un auténtico sabio, un crack del ilusionismo pero sobre todo de la vida.

      Le entrevisté las pasadas navidades en San Marcos

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