lunes, 1 de abril de 2013

Paseando por Australia (parte 1)


Vista panorámica de Sidney. Foto J. Malver


 Pablo Rioja | León


Decidí entrar en la tienda en busca de mi anorak, el invierno austral, cual bandido en la noche, te sorprende por la espalda sin previo aviso y en cuestión de segundos, ha sometido todo tu ser. El viento inició una batalla infernal con banderas de medio mundo que, desprotegidas de los últimos rayos de sol, lejos ya de representar a los diversos pueblos de la tierra, comenzaron a ondear más fuerte de lo normal, nerviosas, expectantes,
Vista de la Bahía de Sidney. Foto J. Malver
anunciando que algo importante estaba a punto de suceder. Aquel presbítero de ojos potentes, camisa negra y alma de guerrero no había mentido; «os tomaré de entre las naciones, os reuniré de todos los pueblos…», reflexionaba en una de esas intensas predicaciones que en medio del autocar regalaba diariamente a aquellos jóvenes. Cerca de medio millón de personas se agolpaba en el improvisado hotel cinco estrellas Hipódromo de Randwick, lenguas, rasgos y vidas diferentes, pero un mismo espíritu, precisamente unidas en la Tierra Austral del Espíritu Santo, esperando a que el Santo Padre, Benedicto XVI, inaugurase la Vigésimo Tercera Jornada Mundial de la Juventud. Aunque para mí, todo había comenzado mucho antes...

Mi director había tenido a bien concederme quince días para visitar Australia y seguir así los pasos del Vicario de Cristo por la tierra de los canguros y los koalas. Mi objetivo estaba claro: Trataría de resolver un enigma que rondaba en mi cabeza desde que Lorenzo, estimado amigo italiano, me relató el encuentro de jóvenes con el Papa en Colonia (Alemania) hacía justo tres años; qué mueve a tanta gente a dejar casa, parentela, trabajo y un abismo de más de 3.000 euros para escuchar, con tanto entusiasmo, lo que un anciano cargado de misterio tenía que decir de parte de Dios. Así que preparé un viaje con billete de ida y vuelta y poco más, confi ado en que mi aventura iría surgiendo capítulo a capítulo, sin proyectarme más allá.

Antes de haberme mentalizado para vivir un invierno en pleno julio, de que el agua del lavabo correría hacia el lado contrario de lo habitual y que me esperaban más de treinta horas de avión hasta cruzar al hemisferio sur, me vi recogiendo la tarjeta de embarque de un vuelo que haría escala en Londres, Singapur para arribar finalmente en Sydney. Hasta ese momento no sabía muy bien si echarme atrás, pero dos chicos que se hacían llamar Topper y Muchy terminaron por convencerme. Portaban dos banderas, una de España
y cómo; ¿La bandera de León?. En efecto, el destino quiso que un grupo de 46 jóvenes de mi amada tierra se cruzara en mi camino en plena T-4 de Madrid, sí, asistían al encuentro de la juventud con el Papa y sí, mi billete marcaba rumbo a Australia, pero el viaje iba a dar un vuelco inesperado. Cuaderno en mano me senté a charlar con ellos, pertenecían a la parroquia del Mercado y más concretamente al Camino Neocatecumenal, un itinerario de iniciación cristiana con gran arraigo en múltiples países del mundo, amado por Joseph Ratzinger y gran parte de la Iglesia Católica y cuyos estatutos se acaban de aprobar. No tardé en coger confianza con esos jóvenes, quizá ellos fueran la respuesta a mis dudas,
así que me apresuré a hablar con los responsables del grupo, un matrimonio, dos sacerdotes y un hombre, para preguntarles si les importaba que les siguiera de cerca durante su estancia en Australia. Aceptaron.

Leoneses en la Opera House de Sidney
Sydney nos recibió nublado, con una fuerte sensación de humedad y apenas doce grados de temperatura. Lo primero que uno percibe de ese recién nacido país, al menos para la historia escrita, es su aire puro, limpio, gracias, entre otras cosas, a sus miles de kilómetros de bosques cerrados. Australia presenta un territorio de contrastes, donde puedes encontrar zonas desérticas, tropicales o zonas de clima templado, así como una
fauna y flora endémica.

Son numerosas las especies autóctonas que se reparten por todo el país con el único peligro de la acción humana, es por ello que en Australia se han protegido varias de ellas en las últimas épocas, con la creación de distintos planes para la protección
Estrado de la JMJ 2008
de las zonas y de las especies protegidas, humedales así como las selvas que pueblan la naturaleza a lo largo y ancho de sus seis estados y regiones insulares. La mayor parte de la vida, tanto animal como humana, tiene lugar en las costas. Todo está creado a granescala gracias a su enorme extensión y a que se han preocupado por importar las mejores técnicas de construcción de los países más desarrollados. Así, uno se encuentra con autopistas de tres y cuatro carriles que recorren el país de norte a sur, de este a oeste. Canberra es la capital, pero son Sydney y Melbourne las que se llevan casi todo el protagonismo.

Jóvenes y cristianos
Mis paisanos e improvisados compañeros de viaje formaban un conjunto extraño en su concepción. Había adolescentes de entre 13 y 16 años, jóvenes, matrimonios, solteros, una curiosa representación de lo que días más tarde encontraría en aquel hipódromo. Otra e las grandes sorpresas que marcaría mi viaje fue descubrir que aún existen jóvenes que se confiesan cristianos, católicos, pero al contrario de lo que yo creía, no eran «bichos raros» con los cerebros bien adoctrinados. Esos chicos y chicas sabían divertirse,
cantaban, bailaban, reían y lloraban como los demás, se confesaban pecadores reconociendo sus errores y todo gracias a un secreto escondido en sus corazones, tesoro preciado que habían decidido compartir con los australianos y el resto del mundo.


pABLO rIOJA (3-8-2008)

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