lunes, 21 de enero de 2013

Me niego a involucionar



Pablo Rioja | León

Uno se pone sentimental y hasta la nostalgia se hace carne cuando, por cuestiones de salud mental, se ve obligado a recalar en una librería y de pronto ese olor a papel, a cartón, a tinta viva embelesa obligándote a observar -cual liliputiense en Nueva York- torres de ejemplares que emergen de la nada en perfecta armonía rogando una oportunidad. En cuestión de segundos sientes la placentera necesidad de leerlos todos, incluso uno de los tomos que desasnan el Derecho Civil español. Esa magia, ese perderse entre estantes cargados de historia morirá, tarde o temprano, a manos de la tecnología.

Que sí, que los libros electrónicos son más cómodos, pronto reducirán mis volúmenes a simples piezas de museo, pero qué queréis que os diga, me niego a pasar página. Mira los bravucones cassettes, relegados ahora a la última balda del trastero, cuánta música, cuántos bolis bic los rebobinaron, cuántas horas de grabaciones caseras no darían y aún así el olvido les cogió por sorpresa. La cara B de cualquier historia supongo.

No es que huya yo de los avances, es más bien negarse a aceptar que todo lo nuevo enriquece igual o más que lo viejo. La palabra involucionar existe, que le pregunten a los griegos, a los egipcios o a un artista de arte contemporáneo.

Joaquín Luqui
Y puestos a forzar la cerradura del baúl de los recuerdos, hoy quiero rescatar a Joaquín Luqui, una de las voces radiofónicas más recordadas por quienes hicimos del Week-End nuestra fórmula de entretenimiento musical, cuando a las emisoras todavía les importaba lo que el pueblo llano quería escuchar. Con su 'Hola, hola, hola... Joaquín Luqui al habla' el transistor cobraba vida propia ya fuese en la cocina, en la ducha o en ese moderno aparato de apellido 'Guolman' (Walkman). La canción que sonase era lo de menos, importaba el contenido, la historia que rodeaba al single, al artista y al corazón de cada oyente. Existía un criterio, un porqué que podías compartir o no, pero del que siempre se sacaba algo positivo.

Hoy da igual cuántas emisoras sea capaz de memorizar la radio del coche, puedes tirarte seis horas de viaje a ninguna parte y llegar al profundo convencimiento de que Rihanna protagonizó todas las canciones, incluso la de 20 de abril.

Una vez le pregunté a Carlos Goñí, líder de Revólver, por qué su tema El Dorado sonaba al menos dos veces por semana en las emisoras y sin embargo de su nuevo disco ni flores. Me contestó que para él suponía un orgullo que aquella canción siguiera viva en el subconsciente colectivo, aunque el subconsciente se esté atrofiando.

Cierto es que hay emisoras temáticas que aún conservan el espíritu Luqui, pero no así las generalistas, donde sinceramente me sobran los locutores y sus comentarios estériles. Incluso me sobra la música, enlatada, 'chunda chunda' barato, 'perreo' con pulgas.

Necesito que las ondas me regalen a Perales, a Presuntos Implicados, a Luz Casal, de pronto un tema de Bob Segar, Chuck Berry o Sinatra, tal vez algo del Rey, no sé, quizá no sean los cuarenta principales de los niños lila, pero relegarlos al último estante del trastero se antoja una osadía, una involución intelectual que debe revertirse.

pABLO rIOJA (10-1-2013)  

8 comentarios:

  1. Bravo, Pablo, muy buen artículo. Comparto plenamente que la creencia de que todo lo nuevo es mejor es una falacia que solo muestra la superficialidad de quien lo mantiene.
    Gracias por regalarnos estas "píldoras" de sensatez y buen criterio.
    Un cordial saludo.
    Dolores García

    ResponderEliminar
  2. Dios mío, me había atrevido a pensar que era yo el único que pensaba esto... Se están perdiendo los clásicos poco a poco en casi todas las formas de arte. La única manera que tienen algunos de admirar las obras maestras de antaño es llamarlo "retro", cuando no se dan cuenta que los que "retro"-ceden son ellos al querer olvidar lo realmente bueno.
    Amén, Pablo.

    MALVER

    ResponderEliminar
  3. Sin duda, un acierto que aún haya personas con criterio que concedan al resto algo de luz entre tanta sombras, pero sobre todo, un atisbo de sensatez.
    Estoy totalmente a favor de seguir leyendo en libros con su tinta y su historia... son parte del arte y la magia que poseen la lectura

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí señora, menos mal que no estoy solo en esto, jajaja, gracias por comentar

      Saludos

      Eliminar


  4. Muy bueno el articulo,personalmente prefiero leer un libro,porque se en cada momento donde me he quedado,donde el escritor plasma sus sentimientos sea en el centro,al medio o al final,también es tan cierto que la tecnología ha llegado pisando fuerte y parece ser que nadie puede vivir sin ella,y los modernos piensan es más rápido el libro electrónico que el de toda la vida,es verdad,pero yo tengo más retentiva con un libro de 600 o más páginas,que el electrónico.Muchas veces envés de avanzar creo que retrocedemos,y olvidamos esos temas tan buenos como puede ser Luz Casal que es una de mis preferidas unos cuantos más evidentemente, aunque la sociedad esta en la evolución y los libros,canciones antiguas son para mayores y han pasado a mejor vida!..
    Y como bien dice el sr.MALVER retro- ceden!
    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En fin, prefiero ir contracorriente, jeje, pero necesito a Luz Casal y a otros tantos en la radio, gracias a Dios yo me he empapado en parte de la cultura de mis padres, de mis hermanos mayores, de gente con más edad que yo, era fácil antes, ahora es imposible que las nuevas generaciones conozcan otras músicas, sólo quienes tengan la suerte de tener padres nostálgicos, si no nada.

      Eliminar