lunes, 10 de marzo de 2014

Sacerdote a los 27

REPORTAJE | OBREROS PARA LA MIES
Juan Andrés Girón llegó a la capital hace seis años como uno de los 8 seminaristas que iniciaron la andadura del Seminario Redemptoris Mater Virgen del Camino. - ramiro

"Ser cura hoy en día no es una locura"
Pablo Rioja | León
La mies es grande y los obreros pocos, aunque el próximo 19 de marzo —festividad de San José y Día del Seminario— el cada vez «más envejecido» clero de la diócesis leonesa recibirá con los brazos abiertos a un nuevo ‘peón’ dispuesto, dice, a «dar la vida por anunciar el Evangelio». Será el primer fruto del Seminario Redemptoris Mater Virgen del Camino, cuya andadura en la capital comenzó en 2008 auspiciada por el obispo, Julián López, y de la mano de ocho jóvenes seminaristas.
Juan Andrés Girón Baldizón, de 27 años, es uno de aquellos peces que se atrevieron a nadar contracorriente entonces y cuyo destino quedará ligado a la Iglesia Católica en apenas diez días, cuando sea ordenado sacerdote bajo la atenta mirada de la Pulchra.
Nos citamos en una cafetería. Viste camisa y pantalones negros, luciendo el clériman sin complejos. Su cazadora forrada, guantes y bufanda dan fe de que conoce las bondades del clima local. «No me he vuelto loco», asegura este guatemalteco entre risas, consciente de que su firme decisión provoca incredulidad y escepticismo a partes iguales.
«¿Que cómo decido hacerme sacerdote? Buena pregunta. Yo siempre quise ser ingeniero como mi padre. Nací en una familia cristiana que me transmitió la fe desde pequeño, aunque jamás me planteé la posibilidad de entrar en un seminario. Lo tenía todo; dinero, buenas amistades, novia y cualquier cosa que un joven pueda desear. Pero, al contrario de lo que el mundo predica, no era en absoluto feliz, tan sólo me buscaba a mí mismo a través de los afectos».
Todo cambia —prosigue mientras le echa un trago a su cerveza— durante la Jornada Mundial de la Juventud del año 2005, en Colonia (Alemania). «Después de escuchar las palabras de Benedicto XVI y también las de Juan Pablo II en la JMJ de Toronto 2002, me planteo si es posible que un joven de 18 años pueda cambiar su vida radicalmente». Contra todo pronóstico, le abre la puerta a la voluntad de Dios. «Recuerdo que durante un encuentro vocacional organizado por el Camino Neocatecumenal —que lidera el leonés Kiko Argüello— pensé: «Si para ser cristiano Dios me pide que entre en un seminario, hoy estoy dispuesto». Meses después, Juan Andrés ingresa en el Seminario de El Salvador, dejando atrás la fe de sus padres para vivir la suya propia. «Me costó adaptarme, rezar tanto, vivir rodeado de otros jóvenes y sobre todo el tener que acatar las órdenes de un rector. Pero, por primera vez, descubrí que era feliz en medio de aquel absurdo».
 

Por cierto, ¿qué pensó su entorno más cercano ante este cambio radical? «Mis amigos y algún que otro familiar no entendieron nada, creían que me marchaba a completar los estudios, se lo tomaron a broma y cuando vieron que la cosa iba en serio quedaron apenados. Parecía como si me marchase a un campo de refugiados».
¿Le dolió? «En absoluto, no les juzgo, jamás fui un ejemplo de buen cristiano, ni piadoso, ni mucho menos un prototipo de futuro sacerdote. Más bien, mis planes pasaban por triunfar profesionalmente, ser admirado y mirarme el ombligo cada segundo. Pero Dios siempre escoge lo débil para confundir al fuerte».
Cuando las puertas del Redemptoris Mater Virgen del Camino se abren de par en par, envían al ya veterano seminarista a León como garante para que ayude al resto de jóvenes fundadores en su adaptación. «Los primeros años, mientras surgía una sede fija, vivimos acogidos en familias. Fue todo un regalo conocer sus costumbres, la forma de vida de los leoneses y sobre todo el cariño y la gratitud con que nos trataron», recuerda. Finalmente, el antiguo Seminario Menor regresa a la vida convirtiéndose en su actual hogar.
¿Alguna vez ha tenido intención de abandonar? «Mi combate, más que el de ser cura es ser un buen cristiano, porque no soporto mi cruz. Así que pensé alguna vez en marcharme, sí, pero supe que si lo hacía echaría por tierra ambas cosas».
En los momentos de soledad, cuando la morriña acecha y los miedos se convierten en gigantes de cuatro aspas, Juan Andrés se apoya en la Biblia. «Si se escruta bien, cualquier persona es capaz de encontrar respuestas en ella», asegura.
SU PRIMERA MISA, UN DÍA DESPUÉS
Un día después de su ordenación, el ya sacerdote cantará su primera misa en la Parroquia Nuestra Señora del Mercado y se pondrá en manos del obispo para que lo envíe donde crea conveniente. ¿Qué le ha aportado León en este tiempo? «He visto que la diócesis no es un territorio, son personas y las de aquí han aportado mucho a mi vocación, merece la pena dar la vida por ellas».
El reto en un país cada vez más secularizado se presenta, cuanto menos, difícil. ¿Se ve preparado? «No soy un derroche de virtudes, nadie puede decir que está preparado para el presbiterio, pero Dios me dará la gracia, no estoy solo en esto, yo tengo claro que quiero dar la vida como la dio Jesucristo, ese es el secreto para llegar a la gente».
Sorprende su seguridad en cada respuesta, la serenidad de sus gestos, no parece un discurso impostado.
El tiempo nos coge por sorpresa, así que le ‘atraco’ unos minutos más con la excusa de servirle como chófer. Supongo que después de usted vendrán otros nuevos sacerdotes más. ¿Es León hoy, con dos seminarios en su haber, cuna de curas? «Espero que sea una cantera de cristianos, porque lo que necesita el mundo son sacerdotes que vivan la fe en plenitud, que sean santos, servidores de los demás. No se puede vivir el sacerdocio como una profesión, como meros funcionarios, porque entonces se corrompe el ministerio». No es habitual que una ciudad tenga dos seminarios. ¿En qué se diferencian? «Nuestro matiz es que además de ser diocesano, también está abierto a la misión en otras partes del mundo».
¿Pero entonces se marchará de León una vez sea ordenado? «No, serviré aquí, aunque tengo esta disponibilidad de salir en misión siempre y cuando el obispo me conceda el permiso».
¿Entiende las críticas que algunos colectivos lanzan contra la Iglesia? «Algunas hasta las comparto. Como dice el Papa Francisco; la Iglesia se ha mundanizado. Muchos cristianos han perdido la fe, todo se analiza desde la razón, como una empresa, sin dejar sitio a la acción del Espíritu Santo, a la Divina Providencia. En cierto modo, la Iglesia necesita una reevangelización». El Papa Francisco está rompiendo moldes, sobre todo por su autocrítica. ¿Estamos ante un revolucionario? «Estamos ante un Papa que predica con el ejemplo y que está ayudando mucho a la Iglesia. Creo que el Espíritu Santo no se equivoca y suscita lo necesario para la Iglesia en cada momento. Desde luego Francisco es como un buen periodista, sabe lanzar titulares que suscitan el interés de la gente y eso es bueno».
¿Teme que la Iglesia desaparezca? «No, imposible, porque Cristo está encarnado en ella. Un mal fruto no indica que el árbol esté muerto», finaliza no sin antes invitarme a su particular boda con el Señor. Quizá la mies sea grande, pero los nuevos obreros parecen estar preparados.
pABLO rIOJA (9-3-2014)
Publicado en Diario de León

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