Juan, yo y Gabriel en nuestro primer concierto en el Café Teatro |
Pablo Rioja | León
Había llegado el momento. Los frenéticos meses de pruebas en mi zulo de estudiante, recalificado como local de ensayo, gestaron el sueño de cualquier adolescente atrapado por la música. Teníamos nombre, unas cuantas letras de amores imposibles y la sensación de que poder comerse el mundo estaba ahora más cerca que nunca, a sólo unas cuantas manzanas de la calle de Las Comunidades. Todo un presagio.
La estampa desde aquel diminuto escenario no podía ser más esperanzadora. No estaba claro si aquello sonaría a 'sarao' dominguero en casa de los León o al refrescante Pop de autor con el cual nos bautizaron en los medios de comunicación. Pero algo era cierto, el Café Teatro iba a convertirse en nuestro Cavern Club particular. Los Beatles cobraron 5 libras esterlinas en su primera actuación, nosotros 2 euros.
Entre amigos, amigos de amigos y los infalibles familiares conseguimos llenar el garito, pero tanto para Sastre, como para el gordo Press e incluso para mí, suponía todo un examen oral, una reválida que nos convencería de seguir jugando a ser un grupo de música o a colgar las botas incluso antes de saltar al terreno de juego.
Quizá suene prepotente, pero once años y pico después me atrevo a decir que la noche fue redonda, triunfamos, incluso la película americana rozó el guión de Oscar cuando un representante de grupos nos ofreció el moro, que no el oro, nada más bajarnos del escenario. Tocaríamos en varias salas de Valladolid y pronto, nos dijo, iríamos a Madrid a grabar un disco.
19 años, un primer concierto más que aceptable -incluso para las percusiones de Gabriel- el subidón de adrenalida que sólo quien ha recibido aplausos conoce y la sombra de un cazatalentos dispuesto a pulir los diamantes en bruto. ¿Alguien da más? Por supuesto nuestros padres se encargaron de disipar la tormenta y bajarnos de la nube, pero qué coño importaba su opinión, éramos buenos joder, y mayorcitos para discernir. Queríamos más, no tengo claro hasta dónde, pero mis letras, los arreglos de Palito y Sastre a la Guitarra pusieron en marcha un engranaje perfecto, mágico.
No, aún no éramos Código 84, sólo Dirección Prohibida y sí, tomar aquella dirección nos regaló los momentos de mayor gloria pero también insabores que desearía no haber probado jamás.
No, aún no éramos Código 84, sólo Dirección Prohibida y sí, tomar aquella dirección nos regaló los momentos de mayor gloria pero también insabores que desearía no haber probado jamás.
(Continuará...)
pABLO rIOJA (27-1-2014)
Yo yo estaba allí.
ResponderEliminarDe verdad?
EliminarOf course, en la primera fila.
EliminarPues fue una gran época
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