No soporto las tertulias deportivas. Se me han atragantado hasta tal punto
que el médico insiste en que le quite las pilas a mi amado transistor. Lo he
comentado en otras ocasiones, lo sé, pero escribirlo se antoja la mejor de las
terapias. Vale que España palme de hambre y se atiborre a fútbol, pero la
mediocridad del 99,9% de los llamados periodistas/comentaristas/forofos deportivos
asusta, es un insulto al intelecto.
Quien aún no se haya dado cuenta que escuche una emisora deportiva
desde por la mañana, sus tertulias se repiten como una mala digestión, sin
argumentos, centradas siempre en el chascarrillo, la polémica absurda y el 'no
tengo nada que decir y muchas horas de radio que llenar'. Es patético, un
ejercicio de involución asombroso.
La semana pasada, sin ir más lejos, se dedicaron a especular sobre si Diego Costa
jugaría la final. 'Y zumba que te dale y dale que te zumba', así una y otra vez
como en la peor secuela de Atrapado en el Tiempo. Ahora toca marear la perdiz
con la lista de Vicente del Bosque, mañana con el Mundial, pasado con los
fichajes... y así una y otra vez.
Es el único sector de la prensa donde sale gratis lanzar exclusivas sean o
no ciertas. En cualquier otro campo del periodismo, el profesional vive única y
exclusivamente de su credibilidad. Aquí, en el llamado periodismo deportivo, da
igual lo que cuentes con tal de tenerla más larga y colgarte la medalla.
Anuncian fichajes, cuentan interioridades de vestuarios, hablan por boca de
futbolistas y presidentes. A todos 'les consta', pero pocos son los que
aciertan. Y ahí siguen, en sus poltronas, con argumentar que 'en ese momento era
así', ya se dan por redimidos.
Sí, hay excepciones, lo sé, pero cada vez menos. La mayoría usa los mismos
tópicos, la misma verborrea... es, como diría Tapia, estomagante. Saben y
aportan más algunos periodistas generalistas que los propios deportivos.
Y que no engañen a la gente. Los que crean polémicas son ellos, no los
aficionados, que lo único que quieren es ver ganar a su equipo. Porque el
deporte, más allá de la competición, no interesa a nadie, pero de algo tienen
que vivir. Y es más fácil convertirse en mediocre que aunar esfuerzos para
sorprender al oyente con contenidos de calidad.
Lo trago en la televisión porque hace tiempo que entendí que sólo es show,
pero me revuelve que algunas cadenas de radio estén desprestigiando al medio
veraz por antonomasia.
Al final, los grandes programas de radio nocturnos también han sucumbido a
las interminables tertulias, es una pandemia. Sólo salvo al Larguero fíjate, que
no es santo de mi devoción en muchas cosas, pero ha mantenido su esquema y su
forma de ser sin importarle las modas, con sus dosis justas de información,
opinión y debate. Todo en hora y media.
En fin, creo que es una batalla perdida. La mediocridad es tendencia en
España.
pABLO rIOJA (28-5-2014)
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