ENTREVISTA | MARÍA JESÚS SOTO, directora de Inversis Banco en León
"Hay que sustituir la cultura del pelotazo por la del prestigio"
"Las humanidades van a recuperar con fuerza el prestigio perdido, son esenciales para regresar a los valores que hacen feliz al hombre"
Posee una larga trayectoria profesional en el mundo financiero, de más de 10 años como Socia fundadora de AB Asesores en León, y durante más de 4 años como Vice President de Morgan Stanley, liderando durante este período proyectos de intercambio comercial y relaciones públicas entre EE.UU. y España. Desde 2004, esta licenciada en Derecho trabaja como agente financiero para la prestigiosa firma de Inversis Banco y el año pasado publicó “Mi primer libro de economía: Ahorro e Inversión”.
En esta entrevista que le realicé para Diario de León, aclara cuáles son los verdaderos problemas que nos han llevado a esta crisis económica y qué debe hacerse para salir de ella.
—¿Es la educación la que puede sacarnos de la actual crisis o evitar crisis futuras?
—La educación es la causante directa de la crisis. Lo que no puede ser es que nuestros jóvenes se vean reflejados en una sociedad que sólo aspira a conseguir en un corto plazo, dinero, fama y poder sin importar los medios para lograrlo, lo que se conoce como cultura del pelotazo. Por tanto, debemos sustituir esa cultura del pelotazo por la del prestigio. Este concepto, generalizado en una sociedad, nos lleva a la crisis tan profunda que vivimos hoy en día.
—¿Qué tiene de malo esa cultura del pelotazo?
—Fomentar el enriquecerse a cualquier precio no genera nada bueno para la sociedad.
—¿Qué conceptos habría que cambiar o restaurar para lograr esta educación del prestigio?
—Un problema que considero grave es que no hay los suficientes conocimientos en determinadas materias como, por ejemplo, las humanidades. No puede ser que asignaturas tan importantes para el ser humano como la filosofía, la historia, la lengua, que te hablan de valores, de cómo piensan los hombres, que ayudan a descubrirte como ser humano, que guardan el secreto de la felicidad, estén devaluadas.
—¿Esconden las humanidades la clave para salir de la crisis?
—Las humanidades van a coger cada día más prestigio, porque hay que volver por ese camino. La filosofía, o las llamadas lenguas muertas ayudaron a la cultura occidental a formarse en los valores y principios que le dieron tanto éxito. Considero que ahora estamos en un punto de inflexión. ¿Seguiremos dando pasos hacia adelante o involucionamos? Nos hemos volcado tanto en las nuevas tecnologías —que están muy bien— que quizá se haya olvidado lo que de verdad forma a la persona.
—¿Qué o quiénes están capacitados para fomentar la cultura del prestigio?
—Yo lo dividiría en tres partesdirectamente implicadas; padres, educadores y medios de comunicación. Según como vean los hijos que actúan sus padres, así lo harán ellos. Son el ejemplo inmediato de lo que los niños ven en casa. Mueve más el ejemplo que las palabras. Le podrás decir a tu hijo que sea una buena persona, que se esfuerce, que llegue lejos, que como no lo vea realizado en ti, tus palabras habrán quedado vacías. En segundo lugar están los educadores. A mí me parece muy bien que inculquen el respeto a la naturaleza pero, ¿dónde está la defensa del ser humano en sí mismo, con sus valores y su búsqueda de la felicidad? Porque no nos engañemos, lo que busca el ser humano es ser feliz. ¿La educación que se les está dando a nuestros jóvenes les lleva a lograr la felicidad o a la autodestrucción?
—Y los medios de comunicación...
—No puede ser que los medios de comunicación resalten todo lo peor de la sociedad como si fuera lo que hay que emular o seguir. Actualmente vale todo aquello que vende, independientemente de que destruya a la sociedad. Si la persona está dispuesta a hacer todo por dinero, tenemos un problema. La carrera desenfrenada del materialismo sólo lleva al suicidio o a la infelicidad, está demostrado. Por eso tenemos que empezar por la educación de los niños, ahí radica la base, ya que a determinadas edades ya es muy difícil corregir esto, pero cuando son pequeños no.
—¿Cómo se alcanza la felicidad entonces?
—Implantando valores perdidos o en vías de desaparición como el esfuerzo, la exigencia, la lucha, la honestidad, la fidelidad y el honor, entre otros.
—¿Y el prestigio?
—En primer lugar demostrando a nuestros hijos que el trabajo es un regalo de Dios, no un castigo. El trabajo nos lleva a la realización como seres humanos. Los que más disfrutan haciendo su trabajo, más se esfuerzan, más se forman, alcanzan mayor éxito y prestigio profesional, que siempre se consigue durante toda una vida de trabajo, no inmediatamente. Los padres deben explicar a sus hijos que formarse es su primer trabajo, hay que motivarles. Una buena parte del fracaso de los hijos viene de la familia.
—¿Influye en la «mala educación» de los niños que ambos padres trabajen?
—No. La voluntad lo mueve todo, no es verdad que no tenemos tiempo por el hecho de trabajar, sólo hay que saber dar prioridad a las cosas. El problema es que la sociedad no tiene las prioridades claras y ahora sufrimos las consecuencias. Con la coherencia de los padres se gana el respeto de los hijos. El respeto no se impone, se conquista. Cuando consigamos que nuestros niños respeten a los padres, a los educadores, a la autoridad... moveremos sus voluntades y corazones para que sean mejores y nos reencontraremos, nos redescubriremos.
—¿Se puede lograr el prestigio en un centro público?
—Por supuesto. El problema está en las personas, no en el tipo de centro educativo. Necesitamos más educadores con estos valores. «Para, piensa y actúa».
—¿Se equivocan los padres que imponen la vocación a sus hijos?
—Totalmente. Cada ser humano ha nacido para algo, es irrepetible y único, no somos máquinas. Los padres tienen que ayudar a sus hijos a que encuentren su vocación, a que vean en qué van a ser felices, en qué trabajo van a resultar útiles a la sociedad, pero nunca imponerla. El prestigio no se rige en función del cargo que tienes sino cómo lo desempeñas, con qué esfuerzo, con qué dedicación. Y los que se han confundido con la vocación han de ser valientes para rectificarla.
—¿Guarda la religión católica esos valores que humanizan al hombre? ¿Hay que volver a ella?
—Ninguna religión ha de imponerse, porque al final la religión es un modo de vida. Cada uno a través de su religión debe llegar al mismo punto, que es alcanzar su propia felicidad y la de los que están alrededor. Como cristiana que practica la religión católica, apostólica y romana por convicción, no por imposición, vivo estos valores de los que hablo, porque gracias a ella los he logrado. La esperanza será la que nos devuelva al buen camino. El pecado es lo que más esclaviza al hombre.
pABLO rIOJA (Entrevista publicada en Diario de León el 25-3-2010)
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