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Pablo Rioja | León
Después de vagar sin rumbo en el camino
y golpear la misma piedra cual rutina infinita
llegué al final y no hallé principio
que merezca la pena perseguir.
De niño volé la cometa,
de joven malgasté mi sombra,
de viejo miré hacia otro lado
cansado y del todo dispuesto a dejarme 'sobremorir'.
Busqué en la alegría finita
retales de quita y pon,
ángeles de conducta tachable,
demonios con compasión.
Vírgenes de familia numerosa,
plegarias siempre concedidas,
purgatorios en cada puerto,
dioses con alma homicida.
Creadores de lo absurdo,
burdo aburrimiento,
insensato por convicción,
mentiroso cuando miento.
Confesé mis pecados veniales
a la mujer que habita en la esquina
en busca de una redención
más carnal que divina.
Y al final me enterré bajo el agua
ahogado con los licores prohibidos,
y la nada me supo a nada,
y el placer se olvidó del olvido.
pABLO rIOJA (5-5-2015)
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